La noche ventosa y glaciar se cernía inmensa sobre el bosque, era una oscuridad absoluta la que reinaba pues la ausencia de la luna contribuía a aquella imagen plasmada, hacía décadas que la mujer no deambulaba por aquellas zonas, desde que había sido nombrada reina de Eryndlyn sus tareas quedaron relegadas a mantener la paz y unidad entre sus amados hermanos y hermanas, así como coordinar los avances del ejército que había sido desarrollado con el propósito de proteger a todo el bosque. Sin embargo, algún día tendría que partir de aquel lugar y dejar a alguien a cargo, la maldición que la perseguía no podía seguir remanente, necesitaba volver a ser quien era, necesitaba vivir nuevamente como una elfa libre.
-Tantos recuerdos y tan rápido se ha ido el tiempo.- Suspiró observando los vestigios de un asentamiento dentro de la cueva detrás de la cascada.
Había una razón más por la cuál no pasaba por aquellos lares, hace tiempo cuando estaba comprometida, hubo una promesa de vivir cerca de esa misma cascada, siempre se quedó con la inquietud de poseer aquella vivienda, un palacio era algo demasiado frío para ella, sin embargo, de algún modo ella ya no podía jactarse de ser la misma elfa que hacía tanto tiempo había llegado a aquel lugar. La mujer se preguntó acerca de su propia faz, ciertamente conocía la mortalidad que apresaba a la mayoría de las otras especies, no obstante, ella siendo inmortal, sentía el tiempo de una manera mucho más efímera, pero en gran medida nostálgica. Se aproximó hacia la cascada, contemplando el ímpetu con el que cada gota se impulsaba hacia el fondo. *Maravilloso* pensó, mientras se quitaba la capa que en sus hombros portaba, quedándose solamente con su ligero vestido verde puesto y haciendo caso omiso a la frialdad del ambiente, se zambulló sin dilación en lo profundo del agua.